María Montessori fue una mujer increíble que nació en 1870 en Italia. De carácter fuerte y personalidad decidida, fue una de las primeras mujeres de su generación en dedicarse al estudio de la medicina.
Cuando cursaba en la Universidad de Roma se le prohibió acudir a las disecciones de cadáveres grupales porque se consideraba impúdico que una mujer comparta la habitación con un cuerpo desnudo y otros hombres. Entonces se veía obligada a realizarlas en soledad, de noche, y comenzó a fumar para tapar el olor al formaldeido.
Luego de graduarse se dedicó a trabajar con niños con capacidades diferentes y problemas de aprendizaje, lentamente virando hacia la pedagogía, a la cual se dedicó los últimos 50 años de su vida, desarrollando un modelo de aprendizaje conocido como “El modelo Montessori” donde se privilegia la diversidad de actividades, la relación con la naturaleza, el control y conocimiento del cuerpo, los espacios abiertos y el mobiliario interactivo y liviano que permitía a los chicos controlar su entorno.
Como parte de las ideas que Montessori desarrolló se encuentra una, muy simple pero muy efectiva, conocida como “El frasco de la calma”, destinada a controlar las rabietas y enojos de los niños. El frasco consiste en un contenedor repleto de una mezcla de agua, pegamento, champú y purpurina de distintos colores, a la cual se puede agregar formas y juguetes diversos.
La idea es que el niño observe los hipnóticos y calmantes movimientos de la purpurina, como un caleidoscopio viscoso y colorido. Funciona como un mecanismo de autocontrol y una forma de aprender a dominar la respiración, los estados de ánimo. No es un castigo, ni tampoco exactamente un juguete, sino una forma de superar la frustración. Y está indicado para niños de 2 a 5 años.
El procedimiento para realizarlo es muy sencillo. Necesitas:
Un frasco de plástico (puede ser de vidrio pero podría quebrarse)
1 o 2 cucharadas de pegamento con purpurina
3 o 4 cucharaditas de purpurina
1 gota de colorante para comidas
Agua caliente
Champú para niños transparente
Una pistola de silicona
Mezclas todos los materiales en el frasco, pero dejando siempre un dedo de aire para que haya movimiento y la posibilidad de encontrar formas fabulosas.
Se emplea champú y pegamento porque sus diferentes densidades hacen que todo se mueva a diferentes velocidades y de diversas formas. Como pasando de una atmósfera a otra, extraños seres de color.
Finalmente se pega la tapa del frasco con una pistola de silicona, bien firme, para que no se abra y se derrame todo, causando un enchastre mayúsculo que a tu hijo le parecerá hermoso, pero a ti no tanto.
Una vez pegado, está listo para que tu hijo o hija comience a encontrar un mundo mágico. Se recomienda también hacer varios, de muchos colores, para que puedan variar y llamar su atención.